Gracias
a esta película aprendí que una balsa puede servir de paracaídas (desde
entonces no monto en un avión sin una). Bajo un título que me acojonaba cuando
era pequeño, Steven Spielberg nos regala el segundo capítulo de la saga de
Indiana Jones.
¿De qué va?
Indiana
Jones, su pequeño compañero Tapón y la cantante Willie Scott llegan a la India
tras una accidentada huida desde Shangai. Allí los habitantes de un pequeño pueblo
les encargan traer de vuelta a los niños del lugar que desaparecieron junto a
las piedras Sankara, unas reliquias que se encuentran en poder del sacerdote Thuggee Mola Ram.
La película
El
productor George Lucas quería que esta segunda entrega fuese más oscura que su
predecesora, del mismo modo que El
Imperio Contraataca había sido más oscura que La
Guerra de las Galaxias. Steven Spielberg nunca estuvo demasiado convencido,
pero se dejó guiar por el instinto de su amigo. Aunque al contrario que la saga
de Star Wars, cuya trama se
desarrolla a lo largo de las tres películas, las entregas de Indiana Jones son
historias autoconclusivas. Es decir, cada película desarrolla una historia y
unos personajes diferentes dando así su propia identidad a cada capítulo de la
saga.
Indiana Jones y el Templo Maldito
es una precuela que se ambienta en 1935, un año antes de los sucesos narrados
en En Busca del Arca Perdida. Se hizo
así porque no se quería explicar la ausencia de Marion Ravenwood, el personaje
interpretado por Karen Allen. George Lucas había concebido a Indiana Jones como
un mujeriego a lo James Bond, así que se optó por tener una protagonista
femenina diferente en cada película, muy a pesar de Spielberg que siempre quiso
recuperar a Karen Allen y su personaje. De este modo nace Willie Scott, una gritona
cantante que se ve envuelta de manera accidental en la peligrosa aventura de
Jones. La encargada de darle vida es Kate Capshaw, que años más tarde se casó
con Steven Spielberg. El director bromea diciendo que aunque sea Indy quien besa
a la chica en la pantalla, él fue quien lo hizo en la vida real. El otro
acompañante del héroe es Jonathan
Ke Quan (Ke Huy Quan por aquel entonces) que da vida al pequeño Tapón. El actor
siempre será recordado por ser uno de los niños de Los Goonies. Por supuesto Harrison Ford desempolva su sombrero y su
látigo para volver a encarnar al mítico Indiana Jones.
El retorno de Indy
Esta
vez Harrison Ford no debió pasarlo tan bien retomando a su intrépido personaje.
El actor sufrió una hernia durante el rodaje y tuvo que ser operado. Ford
estuvo de baja durante tres semanas y fue sustituido por un doble, Vic
Armstrong, para realizar buena parte de las escenas de acción que suceden en la
mina. Y ya que hablamos de acción, hay que destacar que para este
capítulo Spielberg decidió recuperar algunas secuencias que fueron descartadas de
En Busca del Arca Perdida. La ya mítica secuencia de las vagonetas o la escena
inicial donde los protagonistas usan una balsa como paracaídas figuraban originalmente en la primera película.
Indiana Jones y el Templo Maldito
hizo una taquilla tan buena como la de su predecesora, pero las críticas no
fueron tan favorables. El hecho de que Spielberg hubiese rodado una peli tan
oscura no fue bien comprendido por los sabiondos. Seguramente fueron los mismos que
constantemente acusaban al director de hacer un cine demasiado infantil. Pero como a mí me gusta decir… Críticos, ¿qué sabrán ellos?
Ficha técnica y artística
Indiana Jones and the Temple of Doom
Director: Steven Spielberg
Guión: Gloria Katz, William Huyck
Fotografía: Douglas Slocombe
Música: John
Williams
Reparto:
Harrison Ford, Kate Capshaw, Jonathan Ke Quan, Amrish Puri, Roshan Seth, Philip
Stone, Raj Singh, Dan Aykroyd.
Productora: Paramount Pictures
Año: 1984
Duración: 118 minutos
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